domingo, 17 de abril de 2011

EL SUEÑO ETERNO

Se acerca diciembre. Ya se inundan las calles de luces, cantos y alegría navideña. Todo se ilumina y cobra más vida que nunca, la gente se contagia de emoción y nostalgia esperando noche buena. Miles de sueños y deseos se liberan al viento esperando ser cumplidos. Todos ellos tienen la posibilidad de lograrlo, todos menos los míos. ¿Qué pasa con los míos?... Ya no existen, ya no cuentan. Añoré tanto esta época del año que me parece mentira estar viendo frente a mí el final de mi camino. Qué corto camino por cierto. Veinte años se quedan cortos al lado de la infinidad de momentos que desde ahora quedaron en sueños.

Jamás sentí tantas emociones y sensaciones juntas. Nunca quise imaginar cómo sería este momento, quise evitar el tema, pero a todos nos llega la hora. Veo la gente tiritar de frío y yo no lo siento. No he comido en más de 30 horas y no siento hambre. Para ser sincera sigo sin entender muy bien lo que sucede, o tal vez sólo prefiero creer que no es cierto. Veo todo mi entorno tan familiar, tan conocido, tan recorrido, pero ya no es mio. Todo se ve tan cerca de mi pero está más lejos que nunca. La angustia me invade, se apodera de mi ser y lentamente se convierte en desespero. Irónicamente siento mi corazón latiendo más fuerte que nunca, cuando en verdad varias horas atrás dejó de hacerlo. Siento que me falta el aire, pero no me ahogo, la verdad es que ya no lo necesito.

¿Será muy tarde para arrepentirme de todos los errores que cometí? Me duele pensar en la cantidad de cosas que en su momento preferí callar y sólo me herían por dentro. Ahora desde acá todo se ve muy distinto, todo es más claro y no necesito hablar para entenderlo. Escucho unas voces angelicales cantándome al oido, pero no vienen precisamente del cielo, sino de la tierra. De allá abajo donde solía posarse mi pequeño cuerpo. Allá donde mi voz hacía parte de aquella hermosa melodía y ya no lo hace, ahora sólo queda una silla vacía. Ya no canto, no puedo hacerlo, pero en este momento no necesito más que lo que escucho. Nunca antes escuché tanta pasión, fuerza y sentimiento en aquel cantar. Nunca vi en aquellos rostros tanta sinceridad y entrega a pesar de las lágrimas. Jamás imaginé una mejor manera de decir adiós. 

Todo se oscureció de repente para mi, pero sé que allá afuera hay luz y la volveré a ver en algún momento. No me siento sola como temía. Reencontré cariños que tiempo atrás pensé haber perdido para siempre. No sé qué vendrá ahora para mi, pero sé que para el resto ya no puedo ser más que un recuerdo, una llama encendida en una vela que dejo para que ayude a iluminar el camino de quienes hicieron el mio más claro. ¿Qué día es hoy? ¿Qué hora?... Es la hora de decir adiós. Hasta luego.

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